Por Selene Arroyo
Todos hemos escuchado que, a lo largo de la historia de la humanidad, las especies que han sobrevivido no han sido las más fuertes, ni las más grandes, sino las que han desarrollado una capacidad de adaptación.
El virus SARS-CoV-2, con sus nuevas variantes, vino a trastocar nuestra forma de vida, hasta modificó nuestra cultura, nuestros usos y costumbres de formas inimaginables. Sin que nadie lo esperara, en nuestro país, el 17 de marzo de 2020 amanecimos con una noticia que no nos quedaba clara, de pronto, estamos enfrentando una crisis. De acuerdo con la RAE, una crisis es un cambio profundo y de consecuencias importantes en un proceso o situación; así que vale la pena que en este momento y ante esta crisis tomemos la oportunidad de descubrir y fortalecer nuestra esencia humana. Una forma increíble de hacerlo es a través de nuestra generosidad y trabajo voluntario que forma parte de nuestra condición social que todos podemos incorporar en nuestras vidas.
Nuestra misión institucional nos habla de la formación integral de personas “comprometidas con su entorno para contribuir al bienestar de la sociedad”. En la UNLA, a través de diversas actividades académicas y sociales, buscamos que nuestros jóvenes y nuestra comunidad en general sean agentes de cambio que hagan parte de su contexto esa autoformación integral mediante acciones respetuosas y comprometidas con su entorno, desarrollando una vocación de servicio que genere cambios positivos al bienestar de la sociedad. La base del compromiso con nuestro entorno nos invita a poner en práctica nuestros valores inculcados desde casa y los fortalecidos en nuestro contexto estudiantil o laboral, nuestros conocimientos profesionales o de vida al servicio de las necesidades que nos rodean todos los días.