Por: Patricia Higareda Amezcua, estudiante de la maestría en Planeación Territorial
En México se sufre de deforestación progresiva debido a las prácticas de roza y quema, lo cual ha conducido a grandes procesos de erosión que amenazan con convertir al país en un enorme desierto. Según Karl M. Helbig (2003): «importantes ingenieros hidráulicos describieron al lago de Chapala ―a causa de su evaporación, pero sin reconocer su valor atmosférico― como un “lujo dispendioso, que México no podía permitirse”». En ese entonces, el buscar tierras de cultivo altamente productivas resultaba una prioridad, las cuestiones ecológicas o sustentables estaban lejos de aparecer como temas de interés público.
El espacio vivido por las personas que habitaban la ribera del Lago de Chapala era muy particular. En la zona de estudio, se sabe que había una especie de pantanos, zonas inundables por temporada de lluvias. Las personas estaban acostumbradas a cierto paisaje, a cierta vegetación, a cierto clima. A ciclos que durante sus vidas vivían y formaban parte de sus dinámicas. Algunos tal vez aspiraban a adquirir una lancha, a buscar subsistir por medio del lago, ya sea comerciando o pescando. En cambio, las personas que no vivían estas dinámicas y entendían este lugar como un espacio concebido desde fuera, desgraciadamente fueron quienes tomaron decisiones drásticas, importantes y sumamente trascendentales sobre el territorio que acabaron por modificar completamente el paisaje y el territorio en sí. Estas personas pensaban, creían, que lo mejor para la zona (y para ellos mismos, sobre todo, porque los intereses particulares estuvieron ante todo) era desecar esos pantanos que consideraban terreno desperdiciado, una parte no importante del lago que se podría aprovechar de mejor forma, como tierras cultivables de alto rendimiento por las características físicas de la tierra, los sedimentos, entre otros.