Publicado el 2021-03-08 en Licenciatura y Licenciatura en Psicología

Con un ojo en el gato y otro en el garabato: Contemplando el desarrollo en la infancia temprana

Por Jorge Luis Amante Ojeda, alumno del 6to semestre de Psicología

 

El desempeño escolar y la cooperación en casa o en la escuela son virtudes esenciales asociadas a la evolución física y psicológica de los pequeños. Por eso, es de suma importancia observar e identificar cuando existe un déficit o una anomalía en el desarrollo de la primera infancia, de los cero meses a los tres años de edad (American Academy of Pediatrics, 2019).

 

 

El desarrollo, entendido como la tendencia innata a adquirir nuevas destrezas mentales y motoras en interacción con el ambiente, es un proceso que va a permitir a los pequeños alcanzar nuevas formas de desenvolverse y cambiar su mundo, con base en la genética familiar y en la estimulación constante. Como familia, educadores y psicólogos es importante conocer las habilidades que el niño debería estar haciendo a cierta edad para valorar la existencia de problemas que pudieran estar obstaculizando su paso a nuevas etapas. Para detectar retrasos en el desarrollo, debemos tener en cuenta cuatro esferas en relación a este:

 

1. El desarrollo motor abarca las posibilidades de desplazamiento y manipulación de objetos por parte del pequeño. Involucra la capacidad para coordinar los movimientos ojo-mano, el gateo que se convierte en pasos, así como el equilibrio en la postura y la evasión de obstáculos en el camino.

 

2. Al desarrollo emocional lo conforman los modos en que el niño comprende, siente y expresa aquello que siente afectivamente hablando. El sentido del humor, la estabilidad en el estado de ánimo, el orgullo ante los logros y la decepción ante los errores son parte de la profundización progresiva que se vive en interacción con sus compañeros, familia y comunidad.

 

3. El desarrollo sociocultural consiste en el aprendizaje de todas aquellas pautas de comportamiento social que influyen en la capacidad del niño de adaptarse socialmente y ser reconocido como miembro activo de su familia. La higiene, la alimentación, los valores, la negociación y el desprendimiento de la madre lo constituyen.

 

4. Finalmente, el desarrollo del lenguaje consiste en la expansión del vocabulario del niño, así como su capacidad verbal para usarlo, entenderlo y comunicarse correctamente. A las primeras palabras en el primer año de vida le siguen la habilidad para formar frases, designar a los demás por nombres propios, articular sus demandas y obedecer indicaciones.

 

Las habilidades y hazañas listadas a continuación son de utilidad para conocer la normalidad en las áreas del desarrollo mencionadas e identificar cuando el pequeño no está alcanzando las pautas de aprendizaje motor, emocional, sociocultural y lingüístico acordes a su edad.

 

El niño en su primer año de edad

 

Al año, el niño gatea con pericia, logrando poco a poco pararse en dos pies: primero con apoyo, luego él solo. Además, posee una presión manual hábil, siendo casi capaz de soltar objetos de forma voluntaria. Un niño de 15 meses puede pararse derecho sin apoyo de un adulto, además de ser ya capaz de caminar solo. Puede introducir un objeto dentro de un contenedor, construir torres con cubos, garabatear, usar ademanes, comer con cuchara y ponerse algunas prendas. Su orientación manual le permite también sacar objetos de contenedores, aunque con menos agilidad. Además, entrega y recibe objetos.

 

Escucha las palabras y las repite; también responde a estímulos verbales y demandas. Intenta llamar la atención con vocalizaciones o sonidos desarticulados. 

 

Tiene una posición importante en su familia. Tiende a repetir las acciones que le han brindado recompensas anteriormente, pues establece asociaciones. Es capaz de experimentar miedo, enojo, celos, ansiedad y simpatía producto de la calidad de los estímulos a los que está expuesto. Demuestra la satisfacción con ademanes, los cuales usa para socializar y llamar la atención. Disfruta de los juegos en casa. 

 

 

El niño a los dos años de edad

 

La maduración en los músculos de la boca, un control mayor de la mandíbula y la aparición de cuatro dientes nuevos le permiten masticar automáticamente y sin esfuerzo, de forma rotatoria (Gesell, Ilg & Ames, 1993). Puede tener un vocabulario de hasta 300 o incluso mil palabras, en algunos casos, y de pocas palabras, en otros. Escasea su vocabulario en adverbios, adjetivos y preposiciones. Los pronombres tales como mí, tú, y yo comienzan a aparecer en su discurso, aunque usa más su propio nombre que el yo para referirse a sí mismo. Describe sus propias acciones y las de los demás en solitario, cantando en patrones sonoros. 

 

Existe mayor profundidad, sensibilidad y complejidad de sus emociones, las cuales expresa bailando, saltando, aplaudiendo, llorando o riendo espontáneamente. Demuestra compasión, simpatía, modestia, y culpa y vergüenza cuando se hace del baño encima. Es capaz de enfocar durante más tiempo su atención en los estímulos, recordar más fácilmente los eventos pasados recientes y empezar a reconocer algunas letras escritas (Gesell, 1997). 

 

Ahora bien, al pequeño de dos años le cuesta compartir y tiende a ser solitario en el juego. Es reservado con los extraños y es más difícilmente persuasible que antes. Asimismo, demuestra gran conformidad y obediencia con las reglas de casa; no obstante, presenta indiferencia y pereza frente a nuestras exigencias, lo cual es normal en su desarrollo paulatino de la socialización. También, ayuda a vestirse y a quitarse las prendas para bañarse, usa cubiertos con mayor destreza en la mesa, y deja de orinarse encima (Gesell, 1997). 

 

El pequeño de tres años de edad

 

El niño de esta edad domina cada vez más las oraciones verbales y disfruta la toma de decisiones (Gesell, Ilg & Ames, 1993). Presenta un nuevo sentido del orden y la limpieza. 

 

Se divierte en juegos solitarios por períodos más largos. Presenta mayor manipulación de los juguetes, materiales y lápices, los cuales le llaman la atención. Su coordinación psicomotriz mejorada lo hace capaz de construir torres de hasta nueve o diez cubos. Sus pies le permiten mayor velocidad de desplazamiento y dominio de las frenadas bruscas. Corre de manera más  suave y alterna la velocidad más fácilmente. Adicionalmente, puede rodear y remover obstáculos y dar vuelta en ángulo agudo (Gesell, Ilg & Ames, 1993). Es cada vez más independiente en cuanto a su movimiento.

 

Puede negociar con los demás y sacrificar satisfacciones inmediatas por un beneficio posterior. Son socialmente adaptables y quieren caer bien a los demás; de hecho, la buena relación que lleva con su mamá lo convierte en una gran ayuda para la casa (Gesell, Ilg & Ames, 1993). 

 

Expresa con palabras sus sentimientos, problemas y deseos. Puede sentir celos hacia la aparición de un nuevo hermanito. Cuando tiene estallidos emocionales, estos son breves, aunque el niño siente una ansiedad y angustia prolongadas y se revuelca por el suelo, chilla y patalea, lo cual es normal pues está experimentando con la extensión de sus emociones (Gesell, 1997). 

 

A partir de lo anterior, podemos tener una guía general del desarrollo de la infancia temprana, en función de las capacidades y aptitudes del niño en casa, en la escuela, y con sus amigos. Como padres, familia, y educadores, la observación continua, la atención a sus necesidades y la interacción son fundamentales para la detección de anomalías o retrasos en este proceso de aprendizaje y formación mental. Además, cabe resaltar la importancia de remitir a un especialista cuando se encuentren fallos en la adquisición de nuevas formas de acción, tomando en cuenta el papel de los psicólogos infantiles y los pediatras en el establecimiento de un diagnóstico certero que nos oriente en el tratamiento para fomentar la sana progresión psicomotora y adaptación de los más pequeños en el mundo que les rodea (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, 2021).

 

Referencias

 

American Academy of Pediatrics. (2019, 14 febrero). Evaluación de los retrasos en el desarrollo. HealthyChildren.org. https://www.healthychildren.org/Spanish/ages-stages/toddler/Paginas/Assessing-Developmental-Delays.aspx 

 

Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. (2021, 22 febrero). Control y evaluación del desarrollo. Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. https://www.cdc.gov/ncbddd/spanish/childdevelopment/screening.html

 

Gesell, A. (1997). El niño de 1 a 4 años. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós. 

 

Gesell, A.; Ilg, F. & Ames, L. (1993). El niño de 5 a 10 años. Barcelona, España: Editorial Paidós.

 

Mahtani, N. (2020, 27 octubre). Señales para detectar problemas en el desarrollo de los niños. El País. https://elpais.com/mamas-papas/2020-10-27/senales-para-detectar-problemas-en-el-desarrollo-de-los-ninos.html 

 

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