Por Jorge Luis Amante Ojeda, alumno del 6to semestre de Psicología
El desempeño escolar y la cooperación en casa o en la escuela son virtudes esenciales asociadas a la evolución física y psicológica de los pequeños. Por eso, es de suma importancia observar e identificar cuando existe un déficit o una anomalía en el desarrollo de la primera infancia, de los cero meses a los tres años de edad (American Academy of Pediatrics, 2019).
El desarrollo, entendido como la tendencia innata a adquirir nuevas destrezas mentales y motoras en interacción con el ambiente, es un proceso que va a permitir a los pequeños alcanzar nuevas formas de desenvolverse y cambiar su mundo, con base en la genética familiar y en la estimulación constante. Como familia, educadores y psicólogos es importante conocer las habilidades que el niño debería estar haciendo a cierta edad para valorar la existencia de problemas que pudieran estar obstaculizando su paso a nuevas etapas. Para detectar retrasos en el desarrollo, debemos tener en cuenta cuatro esferas en relación a este:
1. El desarrollo motor abarca las posibilidades de desplazamiento y manipulación de objetos por parte del pequeño. Involucra la capacidad para coordinar los movimientos ojo-mano, el gateo que se convierte en pasos, así como el equilibrio en la postura y la evasión de obstáculos en el camino.
2. Al desarrollo emocional lo conforman los modos en que el niño comprende, siente y expresa aquello que siente afectivamente hablando. El sentido del humor, la estabilidad en el estado de ánimo, el orgullo ante los logros y la decepción ante los errores son parte de la profundización progresiva que se vive en interacción con sus compañeros, familia y comunidad.
3. El desarrollo sociocultural consiste en el aprendizaje de todas aquellas pautas de comportamiento social que influyen en la capacidad del niño de adaptarse socialmente y ser reconocido como miembro activo de su familia. La higiene, la alimentación, los valores, la negociación y el desprendimiento de la madre lo constituyen.
4. Finalmente, el desarrollo del lenguaje consiste en la expansión del vocabulario del niño, así como su capacidad verbal para usarlo, entenderlo y comunicarse correctamente. A las primeras palabras en el primer año de vida le siguen la habilidad para formar frases, designar a los demás por nombres propios, articular sus demandas y obedecer indicaciones.
Las habilidades y hazañas listadas a continuación son de utilidad para conocer la normalidad en las áreas del desarrollo mencionadas e identificar cuando el pequeño no está alcanzando las pautas de aprendizaje motor, emocional, sociocultural y lingüístico acordes a su edad.
El niño en su primer año de edad
Al año, el niño gatea con pericia, logrando poco a poco pararse en dos pies: primero con apoyo, luego él solo. Además, posee una presión manual hábil, siendo casi capaz de soltar objetos de forma voluntaria. Un niño de 15 meses puede pararse derecho sin apoyo de un adulto, además de ser ya capaz de caminar solo. Puede introducir un objeto dentro de un contenedor, construir torres con cubos, garabatear, usar ademanes, comer con cuchara y ponerse algunas prendas. Su orientación manual le permite también sacar objetos de contenedores, aunque con menos agilidad. Además, entrega y recibe objetos.
Escucha las palabras y las repite; también responde a estímulos verbales y demandas. Intenta llamar la atención con vocalizaciones o sonidos desarticulados.
Tiene una posición importante en su familia. Tiende a repetir las acciones que le han brindado recompensas anteriormente, pues establece asociaciones. Es capaz de experimentar miedo, enojo, celos, ansiedad y simpatía producto de la calidad de los estímulos a los que está expuesto. Demuestra la satisfacción con ademanes, los cuales usa para socializar y llamar la atención. Disfruta de los juegos en casa.