Publicado el 2025-07-16 en Licenciatura y Licenciatura en Psicología

TDAH: ¿Diagnóstico, juicio o etiqueta?

Por Gabriela Sarabi García Arciga, estudiante de Psicología UNLA

 

"No todos los niños que se mueven mucho tienen un trastorno. No todos los que se distraen están perdidos. Y no todos los diagnósticos responden a criterios clínicos bien fundamentados."

 

Así comienza este testimonio sobre el TDAH, surgido no solo desde mi experiencia como estudiante de Psicología, sino también como prima, compañera y, sobre todo, como hija de una docente.

 

Desde pequeña escuché frases como: "es que tiene TDAH o hiperactividad", usadas para explicar conductas que simplemente eran diferentes, intensas o difíciles de contener en el aula. Por años me pregunté qué significaban realmente esas letras. Hoy sé que el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) es una forma de neurodivergencia: una manera distinta de procesar, percibir y actuar en el mundo. Según Alejandra Aceves (2024, p. 13), el TDAH forma parte de las variaciones naturales del cerebro humano y nos recuerda que no todos sentimos, pensamos ni aprendemos de la misma forma.

 

 

Sin embargo, esta diversidad no siempre se comprende, y menos aún en el espacio que más debería hablar de ella: la escuela. Para muchos niños, la escuela es el primer lugar donde su diferencia se vuelve visible. Ahí, con frecuencia, comienzan a ser etiquetados como "hiperactivos", "distraídos", "agresivos", "toscos" o "problemáticos". Pero ese mismo espacio también podría y debería ser el lugar donde se abra la conversación con respeto, cuidado y responsabilidad sobre lo que implica vivir con TDAH.

 

Lamentablemente, en contextos como el de las escuelas públicas donde trabaja mi mamá, he visto cómo el desconocimiento pesa. En muchas comunidades, cualquier diferencia suele interpretarse como un error, una enfermedad o incluso como "una locura". Y aquí aparece uno de los grandes problemas: en lugar de acudir a profesionales como neurólogos, psicólogos clínicos o psiquiatras —los únicos capacitados para diagnosticar formalmente el TDAH—, son los propios docentes quienes, muchas veces sin formación suficiente, emiten juicios que convierten el diagnóstico en una tendencia: una etiqueta rápida, una excusa institucional ante la falta de recursos o preparación.

 

Esto no solo estigmatiza al niño. También lo aísla. He sido testigo de cómo algunos estudiantes son rechazados dentro del aula, señalados como "raros", como "el que no puede hacer nada" o simplemente "el loquito". Niños que cargan con etiquetas que no entienden, pero que sienten profundamente con angustia. Todo esto sucede en un mundo donde la información está al alcance de todos, pero la desinformación sigue presente justo donde más claridad se necesita.

 

 

Afortunadamente, también he visto lo contrario: el acompañamiento y la paciencia. Uno de los casos más cercanos ha sido el de mi primo.

 

Desde pequeño fue muy inquieto. En preescolar, las quejas eran constantes: "nunca se queda en su lugar", "va de un lado a otro". Según mi tía, él podía sentarse a trabajar, pero bastaba un descuido para que cambiara de sitio. En festivales y actos escolares no le importaba guardar orden, simplemente "andaba del Tingo al Tango", como decían.

 

Además, tenía dificultades en la coordinación motriz debido a una condición auditiva. Por ello, lo inscribieron en un equipo de fútbol, lo que le ayudó mucho. Sin embargo, en primaria siguieron las quejas, acentuadas por la comparación con sus hermanas, que ya habían estado en esa escuela. Aunque tenía indicación médica de sentarse al frente y del lado derecho por su oído, se movía constantemente de lugar e incluso salía del salón.

 

En secundaria, las quejas disminuyeron, aunque tuvo que enfrentarse a burlas por no tener oído. Algunos compañeros lo llamaban "mochaorejas", en referencia a una leyenda urbana de la época. Fue entonces cuando la familia decidió que repitiera 3º de secundaria en una institución privada. Ahí, y durante los niveles siguientes, logró integrarse muy bien.

 

Hoy ha terminado su carrera. Lo logró no porque "el TDAH se le haya curado al llegar a la adultez" —una idea errónea que incluso algunos profesionales siguen sosteniendo—, sino porque fue comprendido y acompañado de manera incondicional por su familia. A pesar de haber sido juzgado por muchos maestros, unos pocos supieron ver más allá de las etiquetas. Como explica Aceves: "Aunque parezca que alguien con TDAH 'se le quitó' al crecer, lo más probable es que haya aprendido estrategias para manejar su condición. El TDAH es una condición que dura toda la vida" (Aceves, 2024, p. 160).

 

No digo que la educación pública sea deficiente —yo misma cursé la mayor parte de mi formación en escuelas públicas—, pero entiendo que, debido a la gran diversidad de estudiantes, el sistema escolar enfrenta situaciones muy complejas. Aun así, creo firmemente que no es imposible actuar con empatía y preparación. Si este tema se abordara con seriedad desde todos los frentes (alumnos, docentes, familias, personal escolar), sería posible generar espacios más comprensivos y humanos (CASEL, 2020).

 

 

Estudios como el de Batstra y Frances (2012) ya advertían sobre el sobrediagnóstico del TDAH, especialmente cuando no hay una mirada integral. Y eso sigue sucediendo hoy: diagnósticos sin rigor, etiquetas sin acompañamiento, consecuencias sin reflexión.

 

Es cierto que hoy se habla más sobre este tema, pero... ¿realmente hemos entendido que el TDAH no es un término que cualquiera puede adjudicarse? ¿Que no es una enfermedad, ni mucho menos una moda o un adjetivo que se lanza sin comprender lo que implica?

 

Sé que estas anécdotas son solo una entre muchas. Cada quien podría contar historias parecidas: algunas llenas de esperanza y otras de momentos difíciles. Ante esta realidad, es fundamental tener presente lo que indica la Organización Mundial de la Salud (2022): "el diagnóstico del TDAH debe hacerse con base en criterios clínicos claros y debe estar acompañado por una evaluación multidisciplinaria".

 

Ojalá logremos mirar más allá de la etiqueta, y que desde las aulas se construyan espacios que comprendan en lugar de señalar. Porque un diagnóstico no debería ser una sentencia, sino un punto de partida para acompañar.

 

"Es importante ver el TDAH como un activo: con fortalezas únicas, formas distintas de pensar y habilidades valiosas en el trabajo, en la escuela y en las relaciones. Más que como un trastorno o un déficit."
—Alejandra Aceves (2024)

 

Referencias

  1. Aceves, A. R. (2024). TTDAH: Atención divergente (1ª ed.). Editorial Aceves Rueda. ISBN 978-607-29-5861-6.
  2. Cervantes, A. (2024). Neurodivergencias en el aula: enfoques desde la empatía [Conferencia].
  3. Organización Mundial de la Salud (OMS). (2022). Trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH).
  4. Batstra, L., & Frances, A. (2012). Overdiagnosis of mental disorders in children and adolescents. Psychotherapy and Psychosomatics, 81(1), 1–7.
  5. Collaborative for Academic, Social, and Emotional Learning (CASEL). (2020). Effective social and emotional learning programs: A systematic review. https://casel.org/guide

 

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