Por: Dr. Rafael de Jesús Huacuz Elías, Coordinador de la Maestría en Planeación Territorial
En el Estado de Michoacán tenemos una población de 4,748,846 personas, de las cuales el 51.4% corresponde a mujeres y el 48.6% a hombres; dicha población genera aproximadamente 4,400 toneladas de basura diariamente, es decir, un estimado anual de más de 1,580,000 toneladas. La mayoría de los análisis sobre el tema señalan que, si nuestros desechos tienen cierta clasificación, dejan de ser “basura” y se convierten en “residuos sólidos urbanos” (RSU).
Los RSU pueden clasificarse como “residuos orgánicos”, generalmente usados para el compostaje y mejoramiento de suelos, o “residuos con valor económico”, es decir, aquellos que entran en un esquema de revalorización. Otro tipo de residuos que producimos como sociedad de consumo son los “infecciosos”, como el material de desecho de hospitales y clínicas, así como los “peligrosos”, por ejemplo, los residuos químicos de productos de limpieza, solventes y aceites industriales.
El manejo de tal cantidad de residuos generados en nuestras ciudades es poco eficiente, por lo que gran parte de la basura termina en las vías públicas, ríos o barrancas, contaminándolo todo. Cuando la administración urbana no puede reciclar adecuadamente sus residuos, estos terminan en vertederos a cielo abierto, una práctica muy común en la mayoría de los municipios de Michoacán. Las condiciones inadecuadas de dichos vertederos provocan efectos negativos en la flora y fauna local, y son un foco de contaminación ambiental que afecta directamente al aire, al agua y al suelo.
En el Estado de Michoacán existe una Norma Oficial Mexicana de observancia obligatoria ante esta problemática (NOM-083-SEMARNAT-2003); sin embargo, la falta de infraestructura necesaria para el manejo y tratamiento de basura ha provocado que se mantengan activos tiraderos de basura a cielo abierto.
Algunos de los contaminantes más comunes son los metales pesados, que además de contaminar las aguas, degradan los suelos y tienen impactos en la flora y fauna del ecosistema. Los componentes disueltos y suspendidos se dispersan tanto en cuerpos de agua como en superficies del suelo en forma de lixiviados (residuos que, al estar en contacto con el agua, forman líquidos altamente contaminantes).
La “basura” puede ser la solución a la escasez de ciertos insumos si se recicla adecuadamente, como el papel o el aluminio. Por tanto, la economía circular, como modelo alterno a la economía lineal, podría ser una respuesta inicial al problema del uso excesivo de recursos y la consiguiente contaminación atmosférica. No obstante, la mejor solución a esta problemática siempre será nuestra capacidad para reducir el consumo y despertar nuestra conciencia ecológica, para llevar una vida más frugal, con menor uso de recursos, que limite nuestro impacto o huella ambiental sobre la naturaleza y el planeta.
Referencias